Nombre Clave: Louis Ferdinand. Estando en Zion se le conocía como “Gabriello Dallacosta”
Poder: Fuerza
Edad: 19 años
Sexo: Masculino
Tendencia Sexual: Bisexual
Tipo de Elemento: Traidor
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Descripción Psicológica: Louis tiende a ser sociable con las personas. Le gusta el mezclarse con la gente y ser uno más del montón. Desde que salió de ZION no ha buscado destacar, hablando de capacidades, principalmente porque destacar alertaría a la organización. Aparentemente es un muchacho alegre, que siempre estará rodeado de amigos, tendrá una palabra de aliento y mostrará una sonrisa. Pero es más complejo que eso, algunas veces puede ser más transparente de lo que cree y otras totalmente difícil de entender. Suele hablar más de temas superficiales y de cosas de jóvenes, por lo que es difícil creer que tiene algún problema. Todo lo que pasó en ZION aún lo tiene guardado en sí mismo, el resentimiento contra Lawrence, el cual se ha incrementado cada vez más, pero todo sentimiento negativo que puede sentir es mantenido en secreto, oculto bajo su sonrisa y sus bromas, por lo que no es de sorprender que algunas veces, cuando se encuentra solo y no soporte más, golpee las paredes y lance cosas de un lado a otro. Considera que ha hecho amistades en el “mundo real”, pero aún no se siente parte de aquel lugar.
Descripción Física: Para un descendiente de franceses, Louis posee una estatura mayor al promedio, con metro ochenta y siete llegaría a intimidar a varias personas, más aún considerando su atlética figura, fruto de constantes entrenamientos; pero una vez se nota la sonrisa en la cara del muchacho, deja de ser algún peligro. Gracias a los entrenamientos de los que ha sido objeto, tiene un torso amplio, con músculos fuertes. Posee manos grandes que dan la idea que sus entrenamientos pudieron ser de basketball. Su rostro es enmarcado por unos ojos azules intensos, que suelen indicar su sociabilidad, sus rasgos son varoniles y atractivos. Su cabello es naturalmente rubio, pero este dato no es conocido desde que escapó de Zion. Ahora usa una peluca de cabello negro que cae sobre sus ojos, algunas veces obstruyéndole ligeramente la visión. Posee una voz ligeramente grave, que puede tornarse muy amenazadora si susurra una advertencia a tu oído.
Habilidades: Su principal habilidad es su fuerza. Debido a los entrenamientos soportados y a su deseo por ser cada vez mejor, su poder ha aumentado notablemente durante los años. Cuando está enfadado, por ejemplo, en aquellos días que explota recordando todo lo sucedido en ZION, es capaz de tumbar una pared sin demasiado problema, pero sufre consecuencias. Es bastante hábil para aprender deportes, esto se debe a que estando su cuerpo preparado para ejercitarse, no suele cansarse fácilmente cuando no usa su poder. Es bastante sociable, y esta habilidad le ayuda no sólo a mantener relaciones con diversas personas, sino que también le permite ser ayudado por ellas cuando lo necesite.
Debilidades: A causa de su mismo poder, “Louis” suele sufrir laceraciones, desgarres musculares e incluso fracturas. Además, debido a que ahora no posee a alguien quien pueda curarle como en ZION, su recuperación es lenta y si llega a usar su máximo, no sólo sufrirá fracturas, también llegará a quedar inconsciente y si no es ayudado pronto podría verse en graves problemas. Otra debilidad suya es tener un afán protector, probablemente debido a que no pudo proteger a una persona que consideró importante, ahora quiere poder cuidar de las personas que se acerquen a él. Aún le toman como alguien “lento”, y suelen bromearle con ello, aunque existe un mayor porcentaje de probabilidad que se deba a su despiste que a su torpeza.
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Historia: Gabriello nació bajo lo previsto por la organización ZION. Los primeros meses de su vida fue cuidado y examinado para saber cuál era el poder que había obtenido, sin embargo, no parecía demostrar nada fuera de lo común. Por ello, se tuvo que recurrir a métodos poco ortodoxos, algo que dentro de la organización ya era común, después de todo, lo que les interesaba era qué obtenían de los niños a los que les permitían la vida. Pero el descubrimiento de su poder fue un accidente: Uno de los científicos, cansado de no tener algún avance con Dallacosta, lanzó su portafolios sin percatarse que iba en dirección al menor –o tal vez con esa intención–, pero el rubio de seis meses reaccionó estirando su brazo, intentando evitar el golpe. Para un bebé común de aquella edad, estirar el brazo no hubiese sido de utilidad, pero para él fue suficiente para botar el objeto un par de metros lejos de él.
Con esta información, podían comenzar a hacer un seguimiento del desarrollo de su habilidad y prepararle pruebas adecuadas –aunque algunas veces un sobreexigentes– a su edad. Debido a que desde pequeño se realizó esta rutina, para él no era nada extraño, es más, siempre intentaba superar lo que había logrado en su anterior entrenamiento. Una de las razones era porque le gustaba que los científicos le prestaran atención, pues la mayoría del tiempo eran severos con él, otra de las razones era porque él mismo quería convertirse en alguien mejor, creyendo que tal vez aún no era lo suficientemente capaz.
Fue educado con niños con diversas habilidades, lo cual le volvió más curioso, siempre intentaba que le explicaran como era que lograban hacer lo que hacían. El “colegio” al que asistía al principio lo consideró como una oportunidad de conocer más personas, pero debido a los castigos que ofrecían si no se tomaba en serio cada curso, comenzó a poner empeño en aquello.
Conforme pasaron los años, se hacía más experto en su habilidad, pero solía sufrir desgarres y fracturas debido al esfuerzo. Antes el tener aquellas consecuencias eran molestas, desagradables y dolorosas para él, pero ahora era incluso divertido. No era que le gustase sentir aquel dolor, no, la diferencia se debía a que conoció a una muchacha que tenía la capacidad de curación. Ella le curaba cada que lo necesitaba, incluso en ocasiones que él no quería que lo hiciese, porque sabía terminaba agotada y muchas veces con un dolor de cabeza insoportable. Su nombre: Isabelle. Aquella muchacha de largo cabello rubio platino y ojos de color miel había hecho que ZION se convirtiese en el mejor lugar.
Gabriello hacía lo posible por verse más a menudo con la muchacha, por cuidarla cuando se haya cansada o abrazarla en silencio si el intenso dolor de cabeza le aquejaba. Más de una vez ocultó las heridas que tenía para no preocupar a la rubia, pero aquello no hacía más que enfadarla cuando lo descubría. Por ese tipo de actitudes la muchacha solía decirle: “Creo que debo mejorar aún más, casi tengo la certeza que todos esos entrenamientos han matado la mayoría de tus neuronas. No quiero darte esperanzas, pero podrías ser normal cuando pueda hacer que tengas una cantidad adecuada de ellas”.
El incidente del Arco fue un duro golpe para Dallacosta, las cosas no habían salido como fueron previstas y él estaba preocupado más que por su bienestar, por el estado de Isabelle. La batalla que se encendió en aquel lugar había confundido al rubio, tal vez no había entendido los planes de Lawrence, pero su intuición le decía que había algo muy podrido en todo aquello. Pese a todo siguió luchando hasta llegar a su límite. Maldecía mentalmente su fallo al no encontrar a la muchacha, pero fue ella la que lo encontró a él. Pudo reconocer su voz, pues su visión estaba demasiado nublada para saber si lograron encontrar el lugar donde se había guarecido. La joven se quitó el collar que siempre usaba y se lo puso a Gabriello, luego de aquello escuchó que algo murmuraba pero no lograba entenderla.
No sabe cuanto tiempo quedó inconsciente, pero considera que no pudieron ser más de 10 minutos debido a que su compañera se había encargado de curar sus heridas lo mejor que podía. Aún tenía laceraciones, pero sus huesos estaban soldados y podía ponerse en pie. Lo hizo mientras acomodaba el cuerpo de Isabelle en sus manos, y fue en aquel instante cuando sintió un cálido líquido escurrir en la espalda de la rubia.
Escapó tras oír las últimas palabras de quien prefirió darle la oportunidad de vivir que salvarse ella misma. Escapó, pero llevó el cadáver de la mujer entre sus brazos, quería darle una sepultura apropiada y lejos de aquel lugar manchado de sangre.
Ahora, con ya 19 años, Gabriello no se llama más así, ahora es conocido como Louis Ferdinand, y el rubio no lo es más, o al menos no lo parece. Sabe que mantener su aspecto anterior no le ayudará a pasar desapercibido por lo que suele llevar gafas oscuras y una peluca negra para darle un aspecto distinto. Sabe que no puede mantener una vida normal, no hasta que cumpla la promesa que hizo ante la tumba de Isabelle: “Haré a ZION pagar”.
Anexos:
- El collar que siempre lleva puesto es un regalo de Isabelle.
Tema: Louis Ferdinand 
Lun Abr 04, 2011 5:53 am
